Soy un cualquiera

Soy un trabajador cualquiera, un amigo cualquiera, un compañero cualquiera, un padre cualquiera, un militante cualquiera. Todo empezó el 15 de enero de 1991. Los EUA atacaron Irak por la guerra de Kuwait: mi mundo, nuestro mundo cambió. De aquel curso sólo puedo recordar las innumerables asambleas, manifestaciones y nuevas experiencias que fui acumulando: todo era nuevo. Ivo me pegó en la cara, Marta me comió los morros. Cursaba 1º de BUP (hoy 3º de ESO), y me enrolé en el equipo que siempre pierde, pero que nunca cesa en la lucha.

En los institutos por los que intelectualmente me arrastré -varios y distintos- conocí y convencí a más gente para que jugara en mi equipo. Había que estar todo el tiempo buscando excusas, pretextos o injusticias manifiestas para poder justificar nuestro divertimento más apreciado: liar un pollo, cortar la calle, alimentar conflictos, buscar cambios. Queríamos besarnos por la calle, enseñar los dientes y ser adolescentes. No queríamos hacer la mili (Mili KK, ataka!), no nos convencían los 500 años del “descubrimiento de América”, ni nos molaba la especulación de todo aquello de la ciudad de los Juegos Olímpicos del 92, ni la política educativa de CIU. Teníamos una enmienda a la totalidad.

Pasaron los cursos acumulando derrotas, y decidí que debía orientar mi destino. Mis estudios superiores tenían el deber moral de profundizar en el conocimiento de por qué siempre perdemos. El edificio B de la UAB me sirvió mucho. Llegó un momento en el que podíamos parar el campus y hacer que todos supieran que estábamos de mal humor. Hubo motivos de sobras: un día Aznar se presentó en Bellaterra con un montón de lecheras, balas de goma y porrazos. Volvieron los grises, que ya no eran grises. La bullanga que acabó declarando al amiguito de Bush persona non-grata en la UAB. ZASCA. Luego durante el 2001 toda la movilización contra la LOU, viaje a Madrid en autobús incluido. El miedo que pasamos en la Villa-y-Corte también fue nuevo. Vivimos nuestro primer encapsulamiento policial, con tíos disfrazados de Robocop. Iban de negro.

Te licencian y te mandan al mundo cruel en el que el antagonista ya no te incita, ni formalmente, al debate o al contraste de pareceres.

Tienes estudios superiores de letras y el placet del aparato pedagógico del campus para adoctrinar a más adolescentes para nuestro equipo, pero la administración educativa tiene consolidados mecanismos por los que nunca-jamás podrás pasar el corte para entrar en el sistema docente para el que estás cualificado. Ya sabes: un poco de sniff-sniff contra la almohada, y pa’lante. Siempre perdemos, nunca nos rendimos.

Trabajé para sueldos cutres, sueldos en negro, sueldos de ensueño, y toda esa incerteza de vivir al día. Aprender a aprender. Re-inventarse: buscar la excusa, el pretexto y cualquier injusticia manifiesta. Encontré un hueco en el sector tecnológico, apartado software libre. Algunos cursos formales y reglados, horas de no dormir, experimentar con lo desconocido y, como siempre, juntarse con los perdedores y ampliar la plantilla del equipo.

Un día de hace dos años dejé la precariedad más evidente. Firmé un contrato indefinido con una sociedad anónima que dispone de una amplia red de establecimientos por el ancho territorio peninsular, y me convertí en un asalariado más, en un cualquiera que ficha a las 9:30 y que recupera su libertad a las 19:00. El salario está bien, no está mal, es lo que hay, etc.

Y llega un día en el que no te lo esperas. Y de nuevo pierdes. Pierdes el trabajo. Te echan. Te pegan una patada en el culo y te dicen que recojas tus cosas. Que ya lo sabes: que tu equipo siempre pierde. Te ofrecen un dinero para que te calles. No lo coges. NO CONFORME es un no cesar en la lucha. otro más.

¿Tú, en que equipo estás? ¿Ganamos o perdemos?

Soy un cualquiera. Como tu. Es decir, no soy un cualquiera. Como tu. Y, como tu, soy frágil. Y fuerte.

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